Sobran argumentos para posar la vista en el horizonte acuático que bordea Punta Mita. Uno de ellos, tal vez el más potente, yace en las aguas de Nuna, piscina de borde infinito que funge como epicentro hedonista del Four Seasons Resort Punta Mita. Aquí, al resguardo de aguas climatizadas que se tornan espejos del cielo cada tarde, todo parece apuntar al mismo objetivo: asomarse al infinito, así sea por puro capricho.
La conquista del placer supremo, sin embargo, se inicia mucho más temprano y se expresa en complicidad con un sistema de confort que sólo es posible experimentar en los hoteles con sello Four Seasons. De sus camas, diseñadas por especialistas en el arte de ayudar a conciliar el sueño más reparador posible, se emerge siempre renovado y fresco, listo para seguir al pie de la letra un itinerario personalísimo, en el cual dominan las licencias y abundan los momentos de goce contemplativo, tal como el que se vive al nadar en la superficie libre que ostenta la piscina Nuna.
Varios de estos momentos memorables también tienen lugar en los restaurantes de la propiedad: Amara, de influencia asiática y donde se atienden las demandas culinarias más exigentes; Bahía by Richard Sandoval, donde una cena “mar y tierra” cobra vida al pie de la playa, entre velas y con los sonidos del Pacífico en proximidad; y Dos Catrinas, donde, además de los sabores mexicanos, se disfruta de una barra de bebidas premium que esconde una experiencia que habrán de atesorar los amantes de los destilados: una degustación de tequila y mezcal guiada por el bartender de casa, quien deja la barra para llevar a la mesa una selección de etiquetas que dan testimonio de las posibilidades sensoriales de ambas bebidas.
Su explicación, exhaustiva y amena, abona a un disfrute con conocimiento de causa. Un rincón gourmet adicional descansa en las cercanías de la piscina Tamai. Aquí, en la comodidad que sólo pueden ofrecer ocho cabañas privadas de amenidades que abrazan a los huéspedes más consentidos, se sirven preparaciones asiáticas y cocteles refrescantes con o sin alcohol.
El espacio de la piscina, habitado por algunas esculturas que emergen con gracia, favorece el nado constante atendiendo a su forma rectangular; y una cascada marca el nacimiento de una pequeña escalera que conduce a las cabañas.
El resto de la tarde se esfuma en la comodidad de una silla colgante, una tumbona o una hamaca; y resulta infructuoso a la larga resistirse a la fascinante sensación de flotar en una espiral de relajación inusitada. Lo que sí vale (y marca el itinerario del día) es el disfrute total de los sentidos.
Punta infinita
Toda caminata en la propiedad habrá de conducir, tarde o temprano, a uno de los espacios más increíbles del destino: Tail of Whale.
Se trata de una isla natural que forma parte del campo de golf Pacífico, diseñado por Jack Nicklaus, y sólo puede jugarse y visitarse con marea baja. El espacio, además de retar las habilidades golfísticas, ofrece nuevas vistas del Pacífico y reafirma la fama del hotel, de contar con auténticos “balcones al paraíso”.
La cita con el spa se torna impostergable al cabo de un par de días, y es entonces cuando la promesa de acceder al bienestar más puro de la mano de la herbolaría mexicana cobra vida en Apuane Spa.
Aquí conviene, además de reservar un tratamiento siguiendo las recomendaciones de los expertos de casa, presentarse con una hora de anticipación, listos para disfrutar de un circuito de hidroterapia que contempla el paso por cuartos de vapor y sauna, y que habrá de finalizar en una sala de relajación cuyo poder regenerativo sólo puede compararse con el que ofrecen las camas del hotel.
El regreso a las aguas calmas de Nuna, de frente al infinito y con tres cuartas partes del cuerpo sumergidas en ese espejo de nubes, habrá de repetirse el resto de la estancia. La vista del horizonte desde esta piscina de borde infinito establecerá un recordatorio incesante, que se activará, sobre todo, después de haber dejado el destino.