Qué onda, patasalada, ¿cómo estás? Aquí Lulú Mendoza reportando desde el corazón de la política local, donde las paredes hablan… y vaya que lo hacen alto y claro. Resulta que el Profe Michel, nuestro alcalde, se ha echado a la bolsa a los vecinos de La Aurora, con la pintura aún fresca para sus 65 edificios. El cambio de look viene con un cheque del banco, pero aquí entre nos, este maquillaje tiene más capas que cebolla de mercado.

La colonia, antes colonia abandonada, ahora comienza a parecer paleta de artista —dijo Michel, y sí, a simple vista, parece que a la Aurora le llegó su aguinaldo en primavera. Los vecinos, felices, pues quién no, si después de 35 años, sus casitas lucen bien bonitas. Pero, ojo, que esto no es solo bondad del destino. La pregunta que flota en el aire, como el olor a pintura, es: ¿será que también estamos pintando las esperanzas para las próximas elecciones?

Aquí te va el chisme completo, y es que la estrategia está más clara que el agua de nuestras playas: revitalizar el barrio, subir la plusvalía y, de paso, hacer que el Profe se vea como el héroe sin capa. Pero, patasaladas, esto huele a táctica electoral más que a interés genuino por mejorar la vida de los vallartenses.

Mirando hacia el malecón, la cosa cambia. El paseo que debería ser la perla de la ciudad, hoy está más para llorar que para pasear. Sin luz, un piso que se desquebraja, y los muros de contención que se tambalean más que borracho en sábado. Y ni hablar del ruido estruendoso de los antros, como si fueran dueños del lugar. Aquí, los inspectores de reglamentos brillan por su ausencia cuando deberían actuar para controlar altos decibeles.

Y no olvidemos cómo, casi por arte de magia, la calle donde el Profe tiene uno de sus negocios, se pavimentó como si por ella fuera a pasar la realeza. Pero claro, que no esperen el mismo trato en colonias donde los hoyos en el asfalto o en los empedrados son casi tan famosos como nuestras playas.

¿Qué nos dice esto? Que estamos ante un clásico caso de «hazme el paro, pero solo donde me vean». No se vale que se usen los recursos, que bien podrían alivianar la carga de los espacios públicos, para darle una manita de gato a lo que bien cae en manos privadas.

En resumen, mis patasaladas, estamos ante el viejo truco de pintar la fachada mientras la estructura se cae. Puerto Vallarta no necesita solo una cara bonita para la foto turística, necesita que sus cimientos, sus calles, su seguridad, y su limpieza estén a la par.

El turismo es nuestro pan de cada día, sí, pero no podemos vivir de pura miga. El Profe Michel ha sabido vender la imagen de Vallarta, con eventos y catrinas gigantes que nos ponen en el mapa. Pero al final del día, los que vivimos aquí necesitamos más que un buen Instagram.

Entonces, qué, ¿nos quedamos con los brazos cruzados mientras pintan solo lo que les conviene? ¡No! Es hora de exigir que la pintura cubra también los rincones que realmente lo necesitan y que el bienestar sea para todos, no solo para la foto del recuerdo.

Y recuerda, en política las cosas no se miden por las capas de pintura, sino por las bases que sostienen a la comunidad. Así que, ojo al teatro y más acción de verdad.

Nos leemos en la próxima, patasalada, y ya sabes, no todo lo que brilla en Vallarta es oro… a veces, es solo pintura barata.