En el cálido escenario de Puerto Vallarta, donde el sonido de las olas parece susurrar historias de quienes llegaron buscando un destino y terminaron encontrando un hogar, Silvia Álvarez Bustos se sienta frente a nosotros.
Esta es una mujer cuyo viaje de vida ha sido marcado por el amor y el compromiso no solo hacia su familia, sino también hacia aquellos seres que, con su mera presencia, han transformado su visión del mundo: los animales.
De Guadalajara a Puerto Vallarta: Un viaje inesperado
Crecer en Guadalajara, siendo la menor de ocho hermanos, le otorgó a Silvia una perspectiva única de la vida. El apoyo constante y el amor incondicional de sus padres y hermanos la convirtieron en la mujer fuerte que es hoy.
Sin embargo, fue la decisión de mudarse a Puerto Vallarta con su esposo, Carlos Gabriel Hernández Hernández, en noviembre de 1993, lo que selló su destino.
«Al principio fue difícil, como siempre lo son las adaptaciones, pero Puerto Vallarta siempre nos trató muy bien y pronto lo sentimos nuestro hogar», nos comparte con un brillo nostálgico en los ojos.
Los ecos de la infancia y las elecciones de vida
Sin embargo, hay momentos de su infancia que resuenan con especial fuerza en su mente. Ese viaje a la granja de su padre, el cual dejó una cicatriz imborrable, el recuerdo de una cerda amamantando a sus bebés y el cruel despertar de conocer el destino de esos animales.
Esas vivencias, junto con las corridas de toros, la marcaron profundamente, orientando su vida hacia una comprensión más profunda y empática de la existencia de todos los seres vivos. Esos recuerdos, agridulces, definieron su postura ante el consumo de carne y su perspectiva sobre el respeto hacia la vida animal.
Curiosamente en mi familia yo comencé siendo la única loca que siempre quería un animal en casa, desde que tengo uso de razón, hubo un perro cerca de mí, quizás por ser la menor mis padres y hermanos lo vieron normal, sin pensar en lo que vendría después. Hoy ya de adultos ellos siempre me echan porras y aún con nuestras diversas opiniones, siempre estamos ahí para apoyarnos. En definitiva sus opiniones siempre han sido importantes para mis decisiones.
Valores inquebrantables y figuras inspiradoras
Si hay algo que destaca en la personalidad de Silvia es su autenticidad y sus sólidos valores. La influencia de su abuelo Ramón, quien a su rústica manera fue un defensor de los animales, es palpable en su relato.
Su abuelo, en los jaripeos del pueblo de San Nicolás de Bari, era ese personaje singular que aplaudía al toro, defendía a los pájaros de los niños con resorteras y cuyo vínculo con su propio perro era tan fuerte que, dice la leyenda, ambos partieron el mismo día.
Esas historias, esos momentos, son el legado que la impulsó a defender a los animales y a encontrar su propósito en la vida.
Bajo las Ramas del Conocimiento
Silvia cierra los ojos, permitiéndose por un momento volver a aquellos días en la Universidad del Valle de Atemajac en Guadalajara, en la UNIVA. Su rostro se ilumina con la nostalgia de los recuerdos. «Fue mi formación académica la que solidificó mi propósito en la vida», comenta.
Soy Licenciada en Ciencias y Técnicas de la Comunicación por la Universidad Del Valle de Atemajac (UNIVA) campus Guadalajara. Siempre me gustó mucho escribir, leer e investigar de todo tipo de temas, pero aunado a ello me llamó mucho la atención poder hacer visible la situación de los animales en los medios de comunicación. Anteriormente nadie hablaba de ellos, incluso yo me enfrenté a mucha cerrazón al principio cuando quise abordar esto tema animalista, afortunadamente eso ha cambiado poco a poco con los años y cada vez más gente interesada.
En aquellos pasillos y aulas, no solo adquirió conocimiento teórico, sino también se nutrió de las experiencias y lecciones vitales de profesores y compañeros. Estos años formativos serían fundamentales para darle las herramientas necesarias para enfrentar y cambiar el mundo a su alrededor.
Un Refugio para las Almas Perdidas
Silvia siempre tuvo un corazón que latía al ritmo de las criaturas más vulnerables. “No hay amor más puro que el de un animal rescatado. En sus ojos, ves el universo entero”, menciona con pasión. Con ese espíritu, desde hace 7 años es parte de Sociedad Animal AC donde tienen actividades como charlas de prevención de la violencia, fomento a la tenencia responsable y no abandono de animales de compañía y realizan campañas de esterilización gratuita de perros y gatos.
Simplemente trato de ser quien soy y aunque podré no ser perfecta ni modelo a seguir, mi corazón se llena de felicidad cuando alguien me cuenta: “vi a un animalito y me acordé de ti, por eso traté de ayudarlo”. Para mí, esos comentarios aunque vengan de una sola persona en el mundo, me hacen sentir que hice algo bueno.
Un Sueño Mayor
Mirando hacia el futuro, Silvia visualiza un Puerto Vallarta lleno de armonía y comprensión. “Sueño con un lugar donde la bondad no sea una excepción, sino la norma”, dijo con los ojos brillantes de esperanza. Su visión es de comunidades solidarias, de vecinos que se conviertan en familia, de un entorno donde cada ser, humano o animal, encontraba su lugar en el mundo.
Mi visión de Puerto Vallarta es de una ciudad que crece de forma armoniosa en todos los sectores, con respeto a la naturaleza, con prioridad en la movilidad para personas con discapacidad, con ciclovías por toda la ciudad, con áreas verdes y parques infantiles y también para ciudadanos con animales de compañía, con bibliotecas, espacios de fomento cultural accesibles tanto para el público como para creadores. Una ciudad que se destaque por su respeto a la vida, a la naturaleza y la cultura.
Ecos en el Viento
“El mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión”, comparte Silvia. Y su mensaje para todos es claro y directo: «No subestimes el poder de la bondad, del amor desinteresado. Eres más fuerte y capaz de lo que piensas, y cada pequeño acto cuenta.”
Los ojos de Silvia brillan con una intensidad apasionada mientras comparte: «Nunca olviden que el tema de la Protección Animal es una carrera de resistencia, no de velocidad. Se vale parar a tomar fuerzas, pero nunca abandonar el camino». Y, con una pausa reflexiva, añade: «Y si cada uno de nosotros se esfuerza por ser esa chispa positiva, imagina el incendio de cambio que podríamos crear juntos».
Con el atardecer pintando el cielo, Silvia suspira y nos deja con una última reflexión: «El tiempo es efímero, y nuestra estancia aquí breve. Pero el amor, la compasión y la bondad que sembramos perduran más allá de nosotros. Ese es el verdadero legado que dejamos para las futuras generaciones». Las palabras resuenan con una profundidad que va más allá de lo audible, un eco de una vida vivida con propósito y amor.